jueves, 16 de mayo de 2013

JUAN GARCÍA MAS - UN ABOGADO ILUSTRE - POR RAMÓN BELLO BAÑON


UN ABOGADO ILUSTRE
175 años de historia colegial

Los 175 años del Colegio de Abogados de Albacete son, a mi juicio, el archivo de datos, vidas y trabajos realizados por la naciente historia decimonónica que se inició en Cartagena y que concluirá ahora, mes de julio de 2013, en la conmemoración histórica de aquella noble iniciativa. Es el momento de rescatar algunas de las personalidades que figuran inscritas en la historiografía del Colegio de Abogados de Albacete. Alguna de estas figuras, de estos nombres importantes en la vida de la provincia, son conocidos más en el área política. El derecho y la política fueron, y han sido, aspectos coincidentes en la historia de nuestra institución. La Audiencia Territorial impulsó en Albacete el crecimiento de una nueva curia que iba a tener una destacada influencia cultural en nuestra sociedad. La lectura de textos decimonónicos, la intervención en el Congreso de los Diputados de personalidades albaceteñas, la participación en corporaciones provincial y local de los nuevos abogados fue creando una nueva clase que representó el despegue de una más sólida identidad cultural de la abogacía albaceteña.

Un fallecimiento

En 1927 fallece en Albacete un destacadísimo representante de la cultura, de la política y del derecho de nuestra provincia. Veo en la fotografía que se inserta en el libro Gente de aquí, publicado por el Instituto de Estudios Albacetenses, por Antonio Moreno y reproducido en el libro de Fernando Rodríguez de la Torre, Estudiantes albacetenses matriculados en la Universidad de Madrid. Es el retrato de Juan García Más, hellinero, nacido el 21 de septiembre de 1866 en aquella ciudad. La fotografía nos devuelve el rostro, relativamente joven, de un hombre de mirada penetrante, de rasgos finos y de barba negra, recortada al modo y costumbre del primer cuarto del siglo XX. 

Don Juan García Mas

García Más vivió sesenta años. En sus años jóvenes había marcado la impronta de un hombre, que tomando la expresión barojiana, hubiéramos definido como hombre de acción. García Más no es un hombre decimonónico, pese a que su vida transcurrió en la juventud de la historia llena de conflictos de aquel siglo en el que España, a través de legítimos representantes, promueve la primera Constitución, la España que coloca en el poder, bajo el reinado de Isabel II (la Reina que nos visitó tres veces y que elevó el título de Villa alcanzado en 1375 a Ciudad en 1862), Reina de los tristes destinos en frase de Galdós, sometida a los vaivenes de los espadones y a los desaires de políticos inquietos, el siglo donde España perdió sus últimas colonias y donde tantos esforzados patriotas nos hablaron del regeneracionismo. No es por tanto García Más un hombre decimonónico. Se matriculó en la facultad de Derecho de Madrid y en el correr de seis años (1881-1887) obtuvo la titulación de Licenciado Civil y Canónico en la Universidad matritense. El 9 de noviembre de 1887 abonó 770 pesetas para obtener el título de Licenciado en Derecho, cantidad que a juicio de Fernando Rodríguez de la Torre era “a todas luces exorbitante para aquella época”. Ya licenciado en Derecho, efectuó su alta en nuestro ilustre Colegio el año 1887. Contaba el nuevo abogado veintiún años. La pequeña historia que sólo queda reflejada en los apuntes históricos no es nunca la más amplia historia que emocionalmente se graba en el quehacer de las personas. ¿Quién de nosotros no recuerda el instante de la incorporación al Colegio de Abogados? El Salón de sesiones en el que García Más cumplimentó su incorporación colegial ya ha desaparecido. En el mismo salón yo mismo juré como abogado la incorporación a esta Institución en la que soy uno de los más añosos ejercientes. García Más recordaría aquel acto solemne para él, en el que no faltaba ni la figura del Presidente ni el acompañamiento del Decano, que acogía bajo el número 134 su puesto en la antigüedad colegial. Vivía el joven letrado en el número 5, de lo que hoy es el Paseo de la Libertad, que en los años de su incorporación llevaba el nombre del rey Alfonso XII, a mi juicio, el Borbón más valiente del siglo XIX.

En la página 268 del libro ALBACETE CONTEMPORÁNEO (1925-1958), editado por el Excmo. Ayuntamiento de Albacete, y de cuyo libro es autor F. del Campo Aguilar, se inserta esta breve nota sobre don Juan García Más: “Con el último bocado salía, presuroso, hacia El Progreso; tomaba su café con los amigos; a poco, regresaba a su casa y salía con su señora a dar un breve paseo en coche. A las cuatro de la tarde estaba en su bufete, hasta el día siguiente. En 1889 publicó su famoso “Manual del Procurador”. A él se debe los reglamentos para el régimen del Hospital de San Julián y de la Casa de Maternidad y Expósitos, aprobados en 1888, siendo Diputado provincial. Ocupó con gran acierto la presidencia de la Diputación. Fundó el “Defensor de Albacete” permutando luego éste por la propiedad de El Diario, Decano de la prensa local de grata memoria.

Militó en las filas conservadoras al lado de La Cierva, con quien le unía una estrecha amistad. Fue Diputado a Cortes en dos legislaturas.
Era un hombre austero y moderado. Escribía pocos editoriales, pero éstos definitivos. No podían suscitar réplicas. Muy versado en literatura y en temas periodísticos. Como abogado, cáustico hasta el exceso. Hablaba midiendo las palabras llegando a agotar el tema. Son incontables sus éxitos forenses. Uno de aquellos hombres cuya sola presencia infundía respeto.

Para todo tenía prisas: para comer, para estudiar, para escribir, para las cosas del periódico, si tuvo triunfos en “El Diario De Albacete” a sus atinadas observaciones y consejos se los llevó”.

Don Fernando Rodríguez de la Torre, en la página 144 del libro ya citado, “Estudiantes de Albacete en la Universidad de Madrid”, inserta en facsímil la portada del Manual de Procurador, indicando que pretende ser “contestaciones a las preguntas del programa para los exámenes de aspirantes a Procuradores en la Audiencia de Albacete”. El libro figura como autor a don Juan García Más, abogado, y en la parte última se señala lo siguiente

1889
IMPRENTA DE “LA UNIÓN”
GAONA, 12
ALBACETE

En el facsímil figura la firma manuscrita del letrado García Más: letra cursiva y rúbrica sencilla con una línea que sirve de base a su nombre y apellido y que parte de la última letra de su segundo apellido.

El domicilio que el abogado García Más hizo constar en su incorporación al Colegio (Alfonso XII, nº 5), pasó a ser el de Padre Romano, nº 3, duplicado. Recuerdo aquel inmueble anejo a lo que hoy es el Conservatorio de la Diputación Provincial en la calle De las Monjas, edificio al que se accedía por un pequeño jardín.

Actividad política

García Más tuvo una actividad política, siendo Diputado a Cortes, Diputado provincial y hombre destacado en nuestra provincia del Partido Conservador. Por este partido fue elegido Diputado provincial en las elecciones de 1892, presentándose por el distrito de Almansa. En 1895 fue nombrado Vice-Presidente de la Corporación provincial, cesando en el cargo un año más tarde, siendo sustituido por don Juan José Escobar y Hore, del mismo partido político, y también abogado. No terminó aquí su carrera política en los finales del siglo XIX, ya que fue reelegido sucesivamente en las elecciones de 1901, Diputado provincial durante los años 1905 a 1913, ahora por los distritos de La Roda y Albacete y así también en elecciones consecutivas de 1910, 1918, 1919.  Ostentó la presidencia de la Diputación Provincial en el año 1909.

El periodista

La etapa complementaria, y no menos importante fue la de periodista. En el retrato de F. del Campo, he anotado que García Mas dictaba editoriales, a los que no concedía a los lectores el derecho de contradicción. El comentario era del periódico y no había por qué  admitir réplica. De lo escrito por otros colaboradores, ya era otra cosa. El periodismo en Albacete en el primer cuarto del siglo XX es fácil de imaginar. Periódicos con claro matiz partidista, conservadores o liberales, sin excluir  ediciones de vida fugaz de marcado radicalismo. Pero había en la información local lugar dedicado a la historia de Albacete  y las llamadas notas de sociedad. En las páginas del periódico La Verdad publiqué hace años un artículo titulado Periodismo en la Estación”, en el que me refería a  un personaje curioso y sorprendente de la información local. Se llamaba Algarra y su base de datos, por decirlo así, no era otra que la obtenida, primeros años del novecientos, en la vieja estación de  ferrocarril,. Siempre me ha causado tristeza  la pérdida de la memoria colectiva y la huída (tempus fugi) de los testigos que conocieron personajes singulares de esta ciudad. Pero en mi memoria no se había extinguido ese nombre, Algarra, oído pero no olvidado. Una de las personalidades más importantes en el relato de los hechos históricos recientes, lo fue mi admirado don Alberto Mateos Arcángel, autor de un libro (“Del Albacete antiguo, imágenes y recuerdos” Instituto de Estudios Albacetenses 1983), exponente fotográfico y literario de calles, plazas, jardines y monumentos de ayer, y la imagen también de  personajes no rescatados del olvido por la memoria colectiva. Hablé, le pregunté, a Mateos por el periodista Algarra y por él supe su nombre, Gerardo Juanes Algarra. También su bonhomía, su constante estar en la llegada y salida de los trenes, instalado y lápiz presto,  en el  vestíbulo la estación, abuela de la que ahora se edifica para la Alta Velocidad. Allí saludaba al joven abogado que marchaba a Madrid y al funcionario que regresaba de Alicante, y al industrial, al concejal del Ayuntamiento, al recaudador, a la joven prometida y así a personas y personas que tendrían en el periódico una reseña brevísima, pero deseada por los citados. En la revista “Feria”, de José S. Serna, don Alberto publicó artículo sobre el periodista Algarra, “uno de los relieves más del gusto popular”. En el artículo se indicaba que el adjetivo era el gran aliado de este periodista y que, conocedor de la humana flaqueza, Algarra halagaba a todos, adjetivando al de escaso valer como ilustre, al joven abogado sin asuntos como prestigioso, al dudoso funcionario como probo y al poco ilustrado propietario como culto. Era generoso en el halago y generoso en atender la súplica de quien no quería que se conociera que iba o volvía de viaje, secretos de intimidad. Al agradecimiento del citado, o del silenciado, se añadía, pero no siempre, un buen habano.
Periodista y empresario fue García Mas. En 1972 se publica por Francisco Fuster Fondos bibliográficos albacetenses. Recoge Fernando Rodríguez de la Torre la nota de esta publicación, en la que constan algunos datos sobre el periodismo albacetense durante los primeros años del siglo XX: así en El diario de Albacete, periódico que don Juan García Más había adquirido a don Manuel Alcázar, y de cuyo periódico fue director hasta el día de su muerte. García Más había vendido en 1909 el semanario Defensor de Albacete, fundado por él, a Eliseo Ruiz Rosell, quien convirtió en diario dicho periódico. Por tanto, la labor periodística de García Más, se realizó fundamentalmente en el citado Diario de Albacete, cuya publicación era tenida como decana de la prensa local. Tras la muerte de García Más, se hizo cargo de la dirección del periódico su heredero, Ramón García Quijada. 

Ya he dejado constancia en estas líneas de la figura de aquel periodista que en notas de sociedad daba cuenta en la estación de ferrocarril de las personas conocidas, en viaje o de regreso, al Albacete de principios del siglo XX. Tenemos referencias del periodismo decimonónico español de finales de siglo y así, más recientes, aunque nimbadas por la luz otoñal del pasado, de las primeras décadas del siglo XX. De finales del siglo XIX, tenemos datos autobiográficos de Azorín, que confiesa haber llegado a Madrid en el otoño de 1895. Escribió que el tren mixto de Madrid salía de Valencia a las dos de la tarde, y que hizo el viaje en tercera. Entre sus recuerdos de su llegada a la capital de España, en cuya ciudad vivió y murió, recuerda descender del tren en Atocha. Vivió en las calles del Barquillo, Jacometrezo, de la Aduana y de la Ballesta. En su tiempo joven El imparcial era el gran diario madrileño, y su director, José Ortega Munilla, lo acogió y le encargó que escribiera unos artículos sobre la ruta de Don Quijote. El director (padre del filósofo Ortega y Gaset), dio a Azorín las últimas instrucciones para el viaje. Le marcó el camino: va usted primero a Argamasilla de Alba, y allí a Ruidera y a la Cuba de Montesinos. No olvide, recordaba Azorín, los molinos de viento ni el Toboso. Se iniciaba así un viaje de marcado sentido periodístico, de cuyo proyecto el director del periódico no olvidaba posibles riesgos. Ortega Munilla abrió, ante la mirada expectante de Azorín, un cajón de su despacho y le entregó un revólver, porque “no le extrañe, no sabemos lo que puede pasar. Va usted a viajar solo por campos y montañas, y ahí tiene usted ese chisme por lo que pueda tronar”.

El periodismo del siglo XX está cubierto por extraordinarios escritores, cito sólo algunos nombres: Pla, Corpus Barga, Ruano, D’ors, … En 1997 se celebró el centenario del nacimiento de Joseph Pla, que había nacido en Palafruguell a finales del siglo XIX. Pla es un periodista característico. Sus crónicas son curiosas: viaja en autobús y escribe sobre lo que ve y oye en el viaje, se desplaza a Madrid, donde va a ir componiendo su diario gris. Son los primeros años veinte del siglo XX, el periodismo ya era distinto del decimonónico. Para Pla el periodismo era un oficio complicado y no fácil, “bastante sanguinario” pero este oficio le permitía hablar con la gente, a leer y escribir. Lo que de manera impropia se adjetiva de viejo periodismo, hay que rescatar la paradoja de que nuestro equívoco joven periodismo, será tenido por viejo por jóvenes no del siglo XXII, sino de diez o quince años en adelante. Entonces y ahora, los periodistas, los grandes periodistas, hacían y hacen la literatura del tiempo, de personajes conocidos y anónimos. Leer hoy a Julio Camba o a Corpus Barga o a Eugenio D’ors, representa un agradable paseo, un viaje por un pasado que nos parece vivo y actual. El estilo de Azorín, de D’ors, de Ruano y de pla es diferente. Andrés Trapiello ha dejado escrito, hablando de Pla,  que lo insólito de escritor gerundense es el tono humorístico y fino, su retranca, y esa prosa envolvente y persuasiva que parece nueva, mixtura de Baroja y Azorín, “con una pizca de xènius y de seny”. En un artículo de Carlos Sentís (el excelente periodista que falleció, habiendo cumplido noventa y nueve años, en 2011) se había referido a José Pla a través de lo debatido en cuatro mesas redondas en la Residencia de Estudiantes. Allí se estudió el periodismo de la época de Pla, y C. Sentís se ocupaba del perfil periodístico del gerundense, y ante la pregunta ¿periodista o escritor de periódicos? Pensaba que no se definiría a Pla llamándole únicamente periodista, porque Pla no contemplaba aquello que de la actualidad podía atraerle ni se interesaba por lo que se decía en otros medios de noticias; por el contrario, adoptaba el joven literato una manera de captar la realidad de forma impresionista, interesarse en el pequeño mundo que le envolvía, tanto en Madrid como en Gerona, entre la ciudad y el mar y los valles del Ampurdán donde figura Palafrugell, su lugar de nacimiento. Este periodista-escritor intentaba encontrar el adjetivo exacto “para describir el color del atardecer entre los alcornoques o el cimbrear de los cipreses al soplo de la tramontana. Es su prosa poética aunque le falte la retórica a la que precisamente elude”.

En mi libro Los caminos del tiempo (2010) hablo en extenso sobre el periodista González Ruano, al que tuve el honor de presentar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Albacete cuando pronuncio su conferencia sobre “Mis amigos, los médicos”. Ruano, que había nacido en 1903 y falleció tras agitada vida marcada por  la Guerra Civil española y por su corresponsalía en Berlín en los tiempos de Hitler, había elevado el hacer periodístico a cotidiana obra de arte. Poseía una memoria fértil y su biografía, que culminó con 62 años, estaba orlada de personajes decisivos en la política, la sociedad y la cultura del medio siglo XX. Él había escrito unas memorias impecables bajo el título de “Mi medio siglo se confiesa a medias”, libro inencontrable.

Con esta referencia a González Ruano, pongo fin al escenario periodístico que vivió en Albacete en los primeros veinticinco años del novecientos don Juan García Más.

Doy fin a este trabajo. El Ayuntamiento de Albacete acordó dar el nombre de una de nuestras calles al ilustre hellinero, abogado, político, hombre de empresa y periodista.

Ramón BELLO BAÑÓN
Abogado ejerciente desde 1957.
Decano del Ilustre Colegio 
de Abogados de Albacete (1993-2003)


Ramón Bello Bañón

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